Tuvimos que escaparnos a la provincia italiana para sentir el calor del sol pegándonos en la cara... pero del mal tiempo düsseldorfiano no me voy a quejar por aquello de pensar en positivo.
Y lo positivo (y mucho) se lo trae uno en la maletita de 10kg. (exigencias de Ryanair) y en el recuerdo a la vuelta de los viajes express que los que estamos en Europa nos podemos marcar casi cada fin de semana. Esta vez, aprovechando el puente de la Constitución y la destreza de los compañeros para organizarlo todo optimizando tiempo y dinero, nos escapamos a la Toscana... ¡bella Italia!
La primera parada, después de conducir unas horitas en nuestra furgo del amor, fue Florencia. Dormimos en un apartamento para nosotros solos. Una casa antigua de techos altos y un encanto especial, justo en el centro de la ciudad.
Al día siguiente, después de recoger a Luisca (con su gorrito de peruano y haciendo estas fotos estupendas), mapa en mano, empezamos la ruta turística
Estuvimos en mercadillos, piazzas, iglesias, restaurantes con mucho encanto (donde nos regalaron una botella de vino que no dudamos en bebernos por la calle) y, por supusto, en el doumo (impresionante, sobre todo porque fuéramos por donde fuéramos, siempre acabábamos en él) y en el ponte vecchio.
La siguiente visita fue San Gimignano, un pueblito medieval con mucho encanto e, inevitablemente, mucho turismo. La mayor atracción de San Gimignano, además de sus callejuelas, son las 15 torres que quedan en pie de la época en que las familias adineradas del lugar competían por construir la torre más alta del pueblo. Una manera algo absurda de demostrar su poderío enconómico pero que forma un perfil único entre los montes y viñedos de la Toscana (viñedos que, por cierto, a pesar de ser becaria Vinos, evité la tentación de quemar... por mucha competencia que nos hagan a los españoles y por muy buena idea que le pareciera a Jesús)
Las horas de sol que nos quedaban las pasamos en Volterra, otro pueblito cercano, también medieval y amurallado, que a la entrada tiene una placa en conmemoración de la entrada de las tropas aliadas a fianles del 45. También vimos las ruinas de un teatro romano y una pizzeria donde tardan mucho en hacer pizzas (será por aquello de no vender la gastronomía italiana como fast food...)
Después nos fuimos a Siena, para mí la gran sorpresa del viaje. La ciudad con más pendientes de la historia. Ni una sola calle horizontal... como para que ir con un agujero en el pantalón e ir perdiendo monedas, vamos. Entre otras cosas, tiene la catedral más bonita que he visto nunca. Y una calle muy especial dedicada a gente especial ;)
Por si fueran pocas, algunas fotos más (gentileza del peruano ;-)
Y, cómo no, tocó volver al frío alemán... pero contentos y con las pilas recargadas (¡a pesar de las malas caras de estas últimas fotos!)
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2 comentarios:
Me parto. Sí, debiste quemar los viñedos. Por Dios, qué penita damos con ese frío que pasamos al volver. Vaya fotazas las de Luisca: qué cabrón!!!
Estábais todos envidiosos de mi gorrito peruano, por mucho que os riérais de mi!! ;)
En el próximo viaje, espero que el objeto de las risas sea un taparrabos, porque yo no viajo más con el frío este europeo.
Luisca
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